Mi pan de girasol y nueces es una de mis recetas de panes favoritas de Pan con queso. Es fácil de preparar, sin demasiadas complicaciones ni muchas mezclas, y el éxito está más que asegurado. Tienes la receta en mi libro Pan con queso.
Los ingredientes no son difíciles de encontrar y se preparan también en un momento, siempre teniendo en cuenta que hay que poner a activar las semillas un día antes y luego esperar las horas de deshidratación que correspondan. Pon las semillas a remojar por la noche y así al día seguiente ya lo tienes todo listo para batir, amasar y dejar en el deshidratador. Para el resto de horas de deshidratación, no tienes que estar presente. A veces, las elaboraciones como ésta parecen recetas tediosas por los tiempos largos necesarios para respetar al máximo el producto y mantener al máximo sus propiedades. Pero eso son prejuicios, porque en la deshidratación no tenemos que estar presentes. Lo único que sí que requieren es un poquito de previsión, pero eso también ocurre con los panes de gluten si se hacen de la manera más natural.
A mí me gusta hacer las elaboraciones que requieren de más espera el sábado por la mañana —no se necesita más que 40 minutos de preparación, incluyendo recoger la cocina y lavar los utensilios—, para tener siempre alimentos de los mejores y más deliciosos durante la semana, que es cuando tenemos todos menos tiempo y necesitamos llevar un horario más estricto. Así que, para no desordenarme demasiado, el viernes por la noche me planificio para dejar en remojo todas las semillas que vaya a utilizar en elaboraciones para la semana, el sábado lo preparo todo, y el domingo por la noche ya están listos estos panecitos celestiales. Como los ingredientes que se utilizan en mis panes se pueden guardar largo tiempo sin problemas, nunca faltan en mi despensa o en mi nevera, esto me permite hacer y deshacer sin dificultades de organización.
Sin duda, no hay mejor aliado para una cocina saludable que una despensa bien planificada. Si estás en fase de cambio a una alimentación saludable y natural, mi consejo es que empieces por tu despensa. Vacíala completamente, no dejes nada. Luego mira todos los ingredientes, envases, recipientes que hayas sacado y plantéate si realmente los necesitas, si son naturales, si te ayudan a tener una salud radiante y si te ayudan a organizar tu semana para que estés bien alimentado. Si no responde a alguna de estas premisas, seguramente te esté haciendo más mal que bien. No lo dudes, descártalo, que no te dé pena, si no alimenta y no aporta beneficios, seguramente hará todo lo opuesto. Descártalo, déjame insistir, y así dejarás sitio para alimentos de verdad, como semillas, fruta desecada y frutos secos, aceites virgen extra, setas y algas deshidratadas… sólo los ingredientes que encontrarías tal cual en la naturaleza y que te ayudan a estar vital. Y una vez tienes la despensa repleta de alimentos vitalizantes, le tocará el control de calidad a la nevera… Créeme, merece la pena. El cambio lo notarás desde el primer instante, incluso sin comer nada, es un ejercicio de liberación mental también, de aquietar la consciencia, el momento de decidir que para tí y para los tuyos sólo habrá de lo mejor.
Estos panecillos, una vez preparados, los puedes guardar en recipientes de vidrio con tapa en la nevera durante 3–7 días. Para quitarles el frío antes de comer, caliéntalos a 38–42ºC una o media hora antes de consumirlos. Aunque como realmente son deliciosos es recién preparados. Si eres bueno organizándote, procura que los primeros que pruebes estén recién hechos. Ya verás, manjar de dioses.
Otra de las ventajas de estos panecillos es que te los puedes llevar a la oficina o al trabajo, si es que no puedes pasar por casa a la hora del almuerzo. No ocupan nada de espacio y son tan nutritivos que con una ensalada y un pan de girasol y nueces —o cualquier otro pan de mi libro— tienes para pasar toda la tarde satisfecho, nutrido y al mismo tiempo ligero y radiante de energía.
A veces, cuando salgo fuera de fin de semana, me llevo unos cuantos conmigo. Aguantan de maravilla y son un tentempié o un acompañamiento ideal para cualquier comida o ensalada.
Cuando puedo comerlos en casa, me gusta acompañarlos con uno de mis quesos crema —el de almendras es mi favorito, pero todos los quesos de Pan con queso le sientan súper bien a este pan, tiene una combinatoria divina. En casa los suelo acompañar con brotes de girasol, unos brotes poderosísimos, puro beneficio, muy fáciles de digerir, bellísimos, jugosos y deliciosos que puedes preparar en un rincón en tu cocina sin ninguna dificultad. Sólo con esto, ya tienes una comida súper completa.
Las semillas, germinados y brotes realmente se merecen ser clasificados como el verdadero superalimento; en lo más natural, discreto y sencillo se encuentra el mayor poder nutricio y el alimento realmente fisiológico del ser humano. La chía, el cáñamo, el lino, las pipas de calabaza y las de girasol, las de amapola o el sésamo, con su perfil completo de aminoácidos (proteína biodisponible) y una amplia variedad de ácidos grasos esenciales (omegas de calidad), nos ayudan a desarrollar músculo, nuevos tejidos, células, incluidas las neuronas cerebrales y protegen la integridad de nuestra anatomía.
Así que estos panecillos, tan pequeños y discretos como los ves, acompañados de brotes de girasol y shiitake macerado en zumo de limón, son súper panes que concentran todos los macro y micronutrientes que contribuyen a la construcción eficiente de la musculatura y protegen el corazón, son ricos en omegas 3 y otros ácidos grasos ideales para combatir la inflamación, nutrir el cerebro, el sistema neurológico , el inmune y el cardiovascular. El “combo” de ingredientes es de lo más nutritivo, por eso con poquito tienes para mucho y te aseguras una digestión muy suave. Es además una combinación muy saciante, completa y — jamás nos olvidemos del disfrute— armónica, deliciosa y sensorial.
Pruébalo y me cuentas.
Bon appétit!