Para algunos, el invierno es la estación “misión imposible” para comer alimentos crudos. ¡Qué frío, comer crudo! Dicen muchos. Cada vez que lo leo o lo oigo me pregunto a qué temperatura deben tomar los alimentos muchos para sentir ese frío tan terrible. Los alimentos, si son de temporada, no nos pueden dar frío, de no ser que pongamos en el plato los alimentos fríos de la nevera, como te comentaba en mi última entrada. Si están tibios o a temperatura ambiente o corporal no tenemos por qué enfriarnos, y no porque estén tibios dejan de estar crudos o vivos.
Si tenemos las verduras en la nevera y se nos olvidó sacarlas como mínimo unos 30 minutos antes de comer para que tomen la temperatura ambiente, podemos colocarlas en un bol unos minutos al lado del radiador o la estufa, o bien sumergirlas en agua calentita durante unos 5 minutos —asegúrate de que el agua no queme al tacto— o hasta que tomen la temperatura que deseamos, la corporal.
En los días de más frío, especialmente cuando llueve, a mí me gusta preparar cremas templadas. Son elaboraciones suaves, una caricia para el sistema digestivo realmente cuando la necesita: en los días más duros de sobrellevar por la mayor cantidad de horas de oscuridad, por el frío, por el viento o por la lluvia que no nos dejan muchas ganas de salir a la calle. También son ideales para cuando estemos resfriados o enfermos, como tienen una digestión muy suave, nos nutren, nos calman y permiten que el organismo dedique a sanar la energía extra que le dedicaría a una digestión más compleja.
Las cremas tibias también nos facilitan la digestión, el triturado nos evita la parte mecánica del masticado, pero no te olvides de ensalivar —la primera fase química de la digestión al entrar en contacto con el alimento—. Por muy líquido que sea lo que ingerimos, es súper importante ensalivar —especialmente los alimentos más almidonosos como las raíces, las semillas, los frutos secos e incluso algunas frutas no bien maduradas— para que las comidas nos sienten bien y aprovechemos mejor sus nutrientes. Nada de engullir, totalmente contraindicado si quieres que lo que comes te siente bien. Con las cremas (o con los batidos o zumos) puedes imitar una especie de masticación leve si la crema es 100% líquida, por muy ridículo que suene. Aunque a mí lo que me funciona, y muy bien, es añadir toppings con texturas diferentes como mis quesos crema —encontrarás varias recetas en mi libro Pan con queso— o algún tropezón fácil de digerir —los quesos más sólidos también de mi libro e incluso trocitos de algunos panes de germinados que encontrarás en mi libro, que se digieren de maravilla—. Por otra parte, esta especie de “masticación líquida” de las cremas te pedirá que tomes más tiempo, consciencia y conexión con tus alimentos, en vez de comer con prisas y estrés, que son siempre muy malos compañeros.
Las cremas invernales las preparo de tres maneras: 1) o bien caliento un poco el agua que vaya añadir a la receta antes de batir (sin que queme, por su puesto, intento que la temperatura esté a 38 ºC), 2) o bien bato más tiempo del necesario para que se caliente con la fricción del batido, 3) o bien bato el mínimo y caliento la preparación durante unos 30 minutos a 40 ºC en mi fermentadora —hay quien calienta en el deshidratador, o utilizando hornos donde la temperatura se puede configurar a 50 o 40 ºC. Este último sistema es el que más me gusta, porque puedo tener la crema lista con un poco de antelación y mientras se entibia voy preparando un segundo plato, que suele ser una ensalada, o un postre que también puedo entibiar luego en la fermentadoras mientras como el primer plato, la crema. Con este sistema tan sencillo todo fluye.
El tipo de alimento que tomes en invierno es también muy importante. Si añadimos alimentos refrescantes a nuestros platos —como la menta o la fruta jugosa o el agua de coco— sentiremos su efecto enfriante o refrescante muy rápido; pero si los alimentos son termogénicos —las raíces, las semillas y frutos secos o las especies calientes— y de temporada sentiremos enseguida cómo nuestros alimentos nos ayudan a entrar en calor. Es una fase más de este sistema de alimentación bellísimo, el aprender qué alimentos son los mejores para cada momento del año.
Esta cremita de hoy es de lo más reconfortante, remineralizante y acariciadora. No sólo incluye alimentos de invierno de poderosas propiedades anticáncer como la coliflor, sino también alimentos remineralizantes como las algas de mar, alimentos termogénicos como las grasas vegetales saludables, el ajo y el chile. Hay a quien no le gusta la textura o el sabor de las algas, si eres uno de ellos, te invito a que pruebes esta crema. Al estar batidas, no queda nada de su textura elástica y gelatinosa, y, en verdad, le dan un fondo salado mineral bien interesante. Tienes que probarla.
Bon appétit!
Ingredientes
Para 2 raciones
Para la crema
- 1 T de lechuga de mar en salazón
- 2 T de coliflor blanca, troceada
- 2 dientes de ajo morado, chafados y con la piel
- 1 limón, el zumo (aprox. 60 ml)
- 1 1/2 T de agua tibia o caliente al gusto
- 3 C de aceite de coco
Para la terminación
- 2 C de aceite de cáñamo
- 3 nueces (6 mitades), troceadas
- 4 C de tu queso crema preferido (encontrarás varias recetas en mi libro Pan con queso)
Método
- En un bol con agua de calidad, sumerge y enjuaga la lechuga de mar para desalarla. No hace falta que la sumerjas mucho tiempo, sólo el necesario para descartar la sal gruesa de mar. Luego, puedes descartar el agua, aunque a mí me gusta aprovecharla para preparar fermentados que acepten bien el sabor yodado del agua del aclarado.
- Coloca todos los ingredientes para la crema en una batidora de vaso turbo y batir hasta conseguir una textura muy suave.
- Sirve en dos boles, mejor si también están tibios o calientes para que no baje la temperatura de la crema demasiado rápido. Los boles, los puedes entibiar simplemente sumergiéndolos en agua muy caliente, en el deshidratador, en el horno, e una fermentadora.
- Añade tu queso crema preferido (encontrarás varias recetas en mi libro Pan con queso) y termina añadiendo las nueces troceadas y el aceite de cáñamo justo en el momento de servir.